El contenido emocional de la ficción es lo único "verdadero" de la ficción.
¿Por qué reacciono con tanta intensidad ante los destinos, en última instancia trágicos, de Charlie Gordon en "Flores para Algernon", Kamala Shastri y Michael Burr en "Piensa como un dinosaurio", P. Burke en "La chica que estaba enchufada" o Charles Render en "El amo de los sueños" de Roger Zelazny, siendo consciente de que estas personas no existen ahora, nunca existieron y nunca existirán? ¿No es irracional mostrar sentimientos reales por personajes que sabemos que son imaginarios? Irracional o no (y sostengo que no lo es), todavía no he conocido a un solo lector que niegue la reacción afectiva ante situaciones y personajes de ficción. Tanto si debiéramos como si no, experimentamos sentimientos hacia las personas y los mundos imaginarios sobre los que leemos. De hecho, es posible argumentar que el contenido emocional de la ficción es lo único que, en realidad, es "verdadero". La idea central de este argumento es que, al describir la vida emocional de los personajes en novelas o cuentos, los autores ofrecen a los lectores una perspectiva válida sobre aspectos del mundo a los que de otro modo no tendrían acceso. El retrato que una novela hace del amor, el odio, el miedo, los celos u otros sentimientos humanos hace posible la transmisión de una representación precisa de la naturaleza de estas emociones, incluso si los detalles específicos de los personajes y los eventos que se encuentran en el libro son completamente imaginarios.
Las predicciones de ciencia ficción son especialmente relevantes porque consideran las consecuencias éticas de desarrollos futuros:
La ciencia y la tecnología no solo reestructurarán el futuro en términos sociales y materiales, sino también en términos afectivos. La ciencia ficción puede introducir al lector en emociones nuevas y únicas, nunca antes presentes en el mundo, pero que potencialmente formarán parte del mundo del mañana.
Esta (en mi modesta opinión) interesante reflexión a propósito de las obras citadas1, es de Richard L. McKinney, que se presenta a si mismo así:
Comencé mi vida en Carolina del Sur, en el sureste de Estados Unidos, allá por 1946. Hasta donde sé, tuve una existencia más o menos normal para un niño que creció en el sur de Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960. Sin embargo, en algún momento del camino descubrí la ciencia ficción y me enganché para siempre. Para bien o para mal, esta literatura del futuro literalmente cambió mi propio futuro: amplió mis horizontes y transformó mis sueños. Nada volvería a ser igual…
Emotional Dimensions of Transmimetic Fiction: Emotion, Aesthetics, Ethics, and Rhetoric in Tales of Tomorrow’s Science, Technology, and Technoscience.
En la colección:
Westfahl, Gary, Wong Kin Yuen, and Amy Kit-sze Chan, eds. Science Fiction and the Prediction of the Future: Essays on Foresight and Fallacy. McFarland, Incorporated, Publishers, 2011.
Daniel Keyes, “Flowers for Algernon”, 1959 (cuento), 1966 (novela)
James Patrick Kelly, “Think like a Dinosaur”, 1995
James Tiptree, Jr. The Girl Who Was Plugged In, 1973
Roger Zelazny. “The Dream Master”, 1966